domingo, 15 de abril de 2012

Galletas variadas

La mayoría  de las galletas se dejaron comer con resignación. En su escuela les habían dicho que los hombres eran dioses y que el paraíso se encuentra en el estómago humano. Había, eso si, aparatos digestivos mejores y peores. Los de los niños eran demasiado pequeños y los de los ancianos demasiado incómodos. En general los mejores paraísos se encuentraban en humanos jóvenes y de mediana edad. Pero había que tener cuidado con la personas extremadamente delgadas. Sobre todo si eran mujeres. Muchas de ellas padecían una enfermedad llamada bulimia por la que vomitaban constantemente y su estómago era un auténtico infierno.

Sin embargo, algunas galletas de coco y de mantequilla eran descreídas y rebeldes.  No se creyeron, con razón, el cuento de que los hombres eran dioses y menos que su estómago fuera un paraíso. Consultaron por internet y se dieron cuenta de que aunque los hombres eran muy chulos y creídos también tenían sus creencias religiosas. Concretamente unas cien mil, entre ellas los que creían en nada. Sin duda la suya era una misión suicida. pero casi todas habían visto Doce del patíbulo y pelis parecidas. Por eso estaban dispuestas a vender cara su dulce piel. La solución la dio una galleta que había estudiado para técnico de laboratorio. Sugirió que si las galletas conseguían sudar, llorar y orinar acabarían por echar a perder el coco, la mantequilla y la masa de la harina. Dicho y hecho. Durante las tres semanas que estuvieron en la caja no dejaron de emitir sus fluidos todo lo que pudieron. Al final su aspecto y su olor era tan desagradable que nadie se atrevió a degustarlas. Acabaron en el cubo de basura. Pero con grandes esfuerzos lo abandonaron por la noche. De allí saltaron al jardín. A los tres días de caminata nocturna llegaron al país de las galletas perdidas. Donde son muy felices con sus congéneres.