domingo, 8 de abril de 2012

Yo de ti no lo haría

La encontraron muerta de miedo unos trabajadores del servicio de limpieza. Había pasado toda la noche a la intemperie. La soledad, el frío y la tristeza  la compungían y la desolaban. Era una bolsa de supermercado reciclada en bolsa de basura. Asumió su trabajo con resignación, dignidad y orgullo. En ciertas circunstancias uno sólo puede aspirar a realizar trabajos secundarios. Se sentía mejor llevando tabletas de chocolate, botes de leche condensada, yogures desnatados o queso latino. Durante un tiempo conservó recibos del banco, publicidad del Carrefour y prospectos de medicamentos contra la ansiedad y la depresión. Pero un mal día la dejaron en un cubo maloliente y la empezaron a llenar re restos de pizzas, puré de patatas, huesos de pollo, preservativos, vasos rotos, dos ejemplares del 20 minutos, medicamentos caducados, latas de Coca-cola, leche agria y queso enmohecido. Ella no era una bolsa de basura pata negra. Por eso desconocía la normativa de separar la materia orgánica, de la inorgánica, ni que el vidrio y el papel comían aparte y morían en contenedores diferentes para, entre otras cosas, facilitar el trabajo de los recicladores que recorren las calles de Barcelona con carritos de super, de bebe y otros artilugios para recoger una miseria de la que milagrosamente sacan algún partido y demasiadas infecciones.

Desconocemos exactamente quien la abandonó en medio de una escalera demasiado empinada. Pero, querido amigo, tus desperdicios te delatan. Soy detective del departamento de limpieza del ayuntamiento. Tienes los días contados. Te pillaremos más pronto que tarde. Y ya sabes el castigo que te impondrán. Deberás comerte íntegro el contenido de la bolsa. De otra forma te deportaran a Corea del Norte dónde sin duda te esperan cosas mucho peores. Sobre todo si no sabes llorar de forma exagerada si se muere algún padre de la patria.